Demasiados.


Hace dos semanas jugamos contra el rival directo, si ganábamos primeras en solitario y casi ascendidas; perdimos. La semana pasada jugamos contra las últimas en casa; perdimos. No pasa nada. El básquet no deja de ser una palmada en la espalda cuando se pierde y un abrazo cuando se gana. Nada más. El otro día pensaba que ya eran muchos años. Demasiados. Ahora sé porqué. En mis años de formación una entrenadora me dijo que mi juego era innato, que no pensaba. Que no pensaba… y ahora que lo pienso, es verdad. Aunque me haya vuelto un poco torpe, es y siempre será el espacio y el tiempo donde las gilipolleces que rondan por mi cabeza se sientan en última fila y callan. Las compis de mi equipo dirán: Pues ya es hora de que vayas pensando que estamos a tres partidos de acabar y no te sabes ni una jugada. Tienen razón. Pero ellas ya piensan por mí. Yo soy de entrar y fallar; de entrar y pasar; de entrar y caer. Ellas son de tirar y meter; de tirar y guiar; de tirar y recoger; de Maria calma. Y así nos hemos ido conociendo. Ayer no jugamos ni contra las primeras ni contra las últimas, pero si ganábamos éramos matemáticamente segundas y a esperar noticias: nos abrazamos.

Así, sin el traje; cada uno con lo suyo y así formar algo de todos. 

Comentarios

  1. María...

    1. Metes más que fallas...
    2. Me voy a aplicar el cuento de no pensar...
    3. Lo mejor es el pie de foto
    4. Por otros demasiados más :-)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario